¡Papá, alcanza la luna para mi! Contamos el cuento de la niña gitana y guapa como la luna llena....Y cantamos tres veces en castellano y tres veces en francés... para que se haga pequeña la Luna... y volvemos a cantar, esta vez al revés .... para que vuelva a crecer.
Van
creciendo los cuentos y viajamos con ellos hacia el Norte para
descubrir la historia del diablo en la avellana.
Con el cuento de origen persa
"La estrella grande se inclina ante la estrella pequeña" terminamos la sesión de cuentos entretejidos con rallos de sol y luna. Briggitte. Por ser un cuento tradicional de interés universal, expongo el contenido del cuento a continuación y como final de fiesta.
LA GRAN ESTRELLA SE INCLINA ANTE LA PEQUEÑA
ESTRELLA.-
Érase una vez un rico y poderoso príncipe persa
que no tenía hijos varones pero sí tres hermosísimas hijas. Una
noche, el príncipe tuvo un sueño. Vio cómo una gran estrella se
inclinaba ante otra más pequeña, y le hacía una reverencia. ¡Y
este sueño lo tuvo el príncipe tres veces seguidas! Al día
siguiente convocó a los onirólogos y astrólogos de todo su extenso
reino. Les relató el sueño que había tenido, preguntándoles: “Y
ahora decidme, ¿qué significado posee este sueño?”
El más
anciano de aquellos sabios hombres se acercó al trono del príncipe,
y le dijo: “Gran señor, León en el trono, vuestro sueño se ha
repetido también en el firmamento nocturno. Tres veces se ha
inclinado el Sol delante de una pequeña estrella y ello
significa que un día tendréis que inclinaros delante de vuestra
hija menor.
Al escuchar estas
palabras, el príncipe se sobresaltó mucho pero luego se enojó
tanto que ordenó a un servidor que condujese a su hija menor a un
lugar salvaje e inhóspito, y que allí mismo le diese muerte para
que el sueño no pudiese hacerse realidad.
Para obedecer la orden
de su señor, el servidor sujetó la mano de la princesa. Pero cuando
ésta fue consciente de lo que pretendía hacer el servidor, le
suplicó piedad, y el servidor, compadeciéndose de ella, la dejó en
libertad. Ahora bien, ella tuvo que prometer que desaparecería de la
corte del príncipe para siempre, claro. El servidor mató entonces a
un ciervo, embebió la túnica de la princesa con esta sangre y se la
llevó al príncipe como prueba palpable de haber cumplido su orden.
La princesa vivía
ahora en un paraje salvaje e inhóspito, alimentándose de raíces y
bayas silvestres. Cierto día, mientras buscaba otras raíces en el
suelo, descubrió un escotillón de mármol con un anillo de oro. Con
aquel anillo abrió una puerta y vio cuarenta escalones de mármol
que conducían al interior de la tierra. La princesa descendió por
aquella escalera y llegó al mundo inferior. Estuvo explorando aquel
lugar durante bastante tiempo hasta llegar a un maravilloso palacio
situado en medio de un grandioso jardín. Pero este palacio
pertenecía a un dragón devorador de personas.
-¡Buenos días,
padrecito! Saludó la princesa al ver al dragón.
Y este se sorprendió,
claro. Dijo:
-Puesto que me llamas
padrecito, yo te llamaré hija, y además no voy a devorarte, mira.
El dragón la invitó
a visitar su palacio y a permanecer en él… aunque también le
prohibió regresar al mundo superior. Ella vivía muy bien en su
palacio. Podía visitar todos los salones del palacio, llenos de oro
y piedras preciosas, repletos de riquezas… todos menos el último
salón.
Un día, mientras el
dragón dormía profundamente, la princesa no pudo dominar su
curiosidad. Se dirigió directamente a dicho salón y abrió la
puerta prohibida. Allí pudo ver, en medio de un suntuoso salón, un
gran estanque de plata en el que nadaban doce patos cuyas plumas eran
blancas como el día y negras como la noche. Los patos, apenas vieron
a la princesa, exclamaron: “¡Socorro! ¡Auxilio! ¡Señor, la
princesa nos está mirando!”
La princesa susurró
entonces una fórmula mágica que había aprendido de su anciana
nodriza, y los doce ánades murieron.
Quedó horrorizada,
dirigiéndose entonces hacia el salón del dragón, y comprobó que
éste también estaba agonizando. El dragón le dijo:
-Hija mía, mi destino
se ha cumplido. Cuando haya muerto, entiérrame en medio del jardín,
y a partir de dicho instante crecerán allí toda clase de ese
momento crecerán allí todo tipo de cereales.
El dragón falleció y
la princesa se ocupó de cumplir sus deseos. Y efectivamente, a
partir de ese instante crecieron en el jardín cereales de toda clase
en cantidades indescriptibles.
Durante esta época se
registró una epidemia de hambre en el mundo superior. Por todos los
países corrió la noticia de que la señora y dueña del mundo
inferior disponía de grandes cantidades de cereales. Y la gente
empezó a trasladarse al mundo inferior, suplicaban a la señora que
les entregase un poco de trigo y ella entregaba generosamente lo que
poseía. El príncipe persa en vio también a sus otras dos hijas.
Cuando llegaron al mundo inferior, no reconocieron a su hermana
menor, profusamente engalanada con oro y piedras preciosas. Pero ésta
sí reconoció a sus hermanas. Les entregó generosamente lo que
solicitaban, pero al final les dijo:
-Cuando volváis aquí,
traed también a vuestro padre, de no hacerlo así no os entregaré
más cereal.
El cereal fue
consumido muy pronto en el país del príncipe persa, y una vez más
quiso enviar a sus dos hijas al mundo inferior. Ellas le dijeron:
-Padre, la dueña del
mundo inferior, en el jardín de los cereales nos ha dicho que tenías
que venir con nosotras, de no hacerlo, no nos entregaría más trigo.
Al príncipe persa no
le agradaba aquella idea, claro, pero se vio obligado a acompañar a
sus dos hijas en su descenso al mundo inferior. Tampoco él
reconoció a su hija menor. Ella le dijo:
-Esta vez no os
entregaré más cereal.
El príncipe persa
pensó entonces en su pueblo que se estaba muriendo de hambre. Hincó
la rodilla delante de la dueña del mundo inferior, mientras
exclamaba:
-¡Por favor, te pido
clemencia y compasión! Si no la tienes conmigo, hazlo por mi pueblo
que tendrá que morir de hambre si no llevo más trigo!
La princesa lo
levantó, diciéndole:
-¡Padre! Yo soy tu
hija menor, a la que quisiste matar. ¡Pero os perdono!
Abrazó con fuerza al
príncipe persa y él se alegró de que ella siguiese con vida. Todos
juntos celebraron una gran fiesta. Y se dice que la dueña del mundo
inferior se trasladaba durante una parte del año, al mundo superior
para estar con su padre y sus hermanas, y durante otra parte del año,
se quedaba en su reino, el mundo inferior.